Sin mostrarme,
anónimamente, elogié tu mirada
y jugué con las sensaciones que me producía.
Sin demorarte,
respondiste diciendo que por mí habías sentido un flechazo.
Y mi vanidad despertó.
Mas pronto recordé
que habían sido mis palabras las que te habían gustado.

No te apresures, aún no me conoces.
Aunque artefacto de certeza,
La flecha también se rompe.